El relato ganador, que le debe mucho al cine, posee cualidades
narrativas notables. Mario García maneja con sorprendente destreza un narrador
múltiple que enfoca desde una triple perspectiva. La trama compleja de tan
breve relato nos atrapa en su red y nos deja con una vaga sensación de misterio
y de desasosiego. Auguramos a su autor, ya con un pie en la Universidad, un
prometedor futuro de éxitos literarios.
El tesoro de Java corresponde a
Carolina Martínez una autora ya conocida de este certamen. Acredita una notoria
voluntad de estilo reflejada, por ejemplo, en su cuidada adjetivación. El
cuento se cierra de manera muy bella y sugerente. Nos permitimos recomendar a
su autora la lectura de clásicos como Madame Bovary.
En Macondo, cuando era tan solo “ una aldea de veinte casas de
barro y caña brava”, “muchas cosas no tenían nombre y para mencionarlas había
que señalarlas con el dedo”. Este nombrar primigenio “original” exige una
mirada transparente y limpia de contaminación. La libreta de María Redondo
inaugura un mundo de notas referenciales que le servirán a su autora para
desvelar “une tranche de vie”. Decía Picasso que le había llevado toda una vida
llegar a pintar como un niño: ¿será la autora de El profesor de Lengua
capaz de mirar y contar así dentro de cuarenta años? Desde aquí la animamos a
ello.
Las dos menciones son muy distintas narrativa y estilísticamente.
El relato de Daniel Fernández, de sugerente título, Diez años y una promesa, refiere una historia de desgarrador y apacible
desamor, de una “herida que duele y no se siente” hasta que Isabela se ausenta
definitivamente. Es la peregrinación de un medio yo buscando su completud.
Veleidades, de Clara Alonso,
es un poema en prosa, donde la música importa “avant toute chose”. Conviene
leerlo varias veces: la primera en silencio, la segunda en susurro y, por fin,
una tercera sin mirar ya lo escrito, enclaustrando en el cerebro los últimos
sonidos de esta bella melodía.
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